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La confrontación artificial planteada entre una supuesta y homogénea actitud dura
en el rock y la correspondiente línea blanda, de la que fueran principales exponentes respectivamente las bandas británicas
The Rolling Stones y The Beatles, se reproduciría en los primeros tiempos del heavy metal. Las distinciones de los especialistas,
en este caso, no sólo ponían énfasis en la fuerza sonora de las bandas, sino asimismo en la eterna confrontación entre los
defensores del retorno a las esencias puras y duras del rock americano, y la ambición y el ansia de variedad que animaban
la creatividad de los músicos del Reino Unido. En consecuencia, el heavy metal, en una primera etapa, se configuró sobre la
marcha con el propósito de redefinir y reivindicar el rock genuino, y por oposición a la decadencia general de los grupos
e intérpretes representativos del mundo del rock —este mismo carácter de reacción airada contra el estancamiento alumbraría
el punk a finales de la década de 1970—, que lo condenaba a ser caricatura de sí mismo y juguete sometido a la dictadura
de la comercialidad impuesta por las grandes casas discográficas. Más afines a las influencias del blues
y el rhythm and blues, los músicos de heavy metal alzaron —o recuperaron— el estandarte de la insumisión y la
rebeldía inherentes al rock en oposición abierta a las prácticas de las estrellas del rock. En el aspecto técnico, esta actitud
se fundamentaba en una prueba constante de fuerza instrumental donde primaba la autenticidad de la acción sobre el virtuosismo
musical. Potentes baterías, guitarras coléricas y vertiginosas, bajos de tormenta, voces que ensalzan la rabia del marginado
y del marginal o una fantástica pesadilla anticonvencional dirigida contra la narrativa ortodoxa y el ingenio chocante o absurdo
de las letras del rock clásico y la sociedad establecida, tradicional y conservadora, satisfecha e intolerante.Todos estos elementos
generales, como es lógico, se verían sometidos a grandes cambios con el paso de los años, puesto que en los principios de
la andadura del rock metálico sus rasgos de identidad estaban por consolidarse. Ello puede advertirse en la pluralidad de
caminos seguidos por gran número de bandas hasta que adquieren conciencia de su verdadera orientación y, de una forma más
evidente, contrastando la forma en que sus temas evolucionan en el tiempo. Resultaría arriesgado afirmar, si se exceptúa la
inquietud estética o la disconformidad como retrato esencial de una actitud vital, que pueden confundirse entre sí las canciones
de Led Zeppelin, Deep Purple o Hawkind, con las descargas enloquecidas y selváticas de las guitarras de Ted Nugent y Eddie
van Halen; o que las atmósferas siniestras de Black Sabbath pueden asociarse sin más con la vocación clasicista de Yngwie
Malmsteen, la estética fría de Judas Priest y el ansia destructora de Wendy O. Williams.Asimismo existe una correlación
entre la conducta heterodoxa y épica del heavy, a la manera de un rock combatiente en los márgenes del mercado, y la ruptura
de la imagen tópica del éxito de las glorias del rock. El dilema sociocultural entre apocalípticos e integrados se transforma
aquí en el choque entre una espectacularidad sucia, esforzada, ruidosa y heroica, y la brillantez del sistema que premia a
los “buenos chicos” que aspiran a una vida de triunfo y retornan al buen camino en cuanto caen prisioneros del
mercado discográfico a gran escala. Existe unanimidad entre los autores que han reconstruido la andadura histórica
del heavy metal en que la coincidencia de las bandas al cultivar un atronante torbellino sonoro aportaba una cohesión general
a la multitud de las manifestaciones de los músicos e intérpretes vinculados a este movimiento. No obstante, existe otro factor
que caracterizó el rock metálico desde sus inicios: el rechazo que recibió por parte de la crítica especializada y de los
medios musicales acostumbrados, reflejo del patente rechazo social y generacional.En sus inicios, el heavy
rock designó de una forma genérica a jóvenes que no sabían cuál era, en concreto, el proyecto específico que pretendían llevar
adelante. Es el caso de Deep Purple, que en sus primeros tiempos integran
músicos de rhythm and blues como Jon Lord, Nicky Simper o el solista Rod Evans, un guitarra tan duro como Ritchie Blackmore,
y un batería tan caracterizado y energético como Ian Paice. Sus primeros temas son versiones y dan lugar a una primera época
donde Lord imprime un carácter sintético entre el blues, el rock sinfónico más denso y algunas resonancias tomadas de The
Beatles, con álbumes como The Book of Taliesyn y el que lleva el nombre del grupo y les sirve de tarjeta de presentación.
La segunda época, que arranca de 1970, relacionará a los incorporados Ian Gillan (voz) y Roger Glover (producción
y batería), que tomarían partido por la línea propugnada por Blackmore: Deep Purple In Rock será una contundente muestra
de esta etapa, a la que seguirán Fireball (1971), Machine Head (1972) y el mítico doble Made in Japan
(1972), cuya clamorosa acogida define su retrato más difundido y aceptado, pero a costa de lastrar el futuro de la banda,
que se disgrega en 1973 —con la salida de Gillan—, vuelve a reconstruirse en 1975 para grabar Made in Europe,
y se desgaja poco después con la marcha de Blackmore, decidido a liderar su propia banda, Rainbow. Las sucesivas reapariciones
de la formación favorecen el ascenso de algunas figuras nacientes —como el guitarra Tommy Bolin y el cantante David
Coverdale—, pero no permite desligarse del legado histórico de la banda en tanto sus nuevos discos pasan inadvertidos
para el público. El origen de Led Zeppelin es muy distinto, pues surge en 1968 a raíz
de la dispersión de los componentes de Yardbirds, entre los que destacaban las guitarras de Eric Clapton, Jeff Beck y Jimmy
Page. Este último, ansioso por formar su propia banda, llamará en su ayuda al bajo John Paul Jones, y trabará gran amistad
con el cantante Robert Plant, quien a su vez convocará al obsesivo batería John Bonham. Con las bendiciones de Keith Moon,
el belicoso batería de The Who, y el respaldo de Atlantic Records graban su primer álbum Led Zeppelin en enero de 1969
y hacia finales del mismo año aparece Led Zeppelin II. En 1970 llegará la tercera entrega de la que ya se conoce como
serie Zeppelin, y la cuarta al cabo de unos meses. En menos de un año los componentes del grupo,
tras una frenética actividad, se han convertido en la banda más original, acrisolada e innovadora de la década, al remontar
las supuestas influencias procedentes del movimiento mod y sus inequívocas raíces blues rock, en beneficio de un sonido inconfundible,
duro, intenso, cargado de fragores, donde se concilian la potente guitarra de Page y la embrujadora voz de Plant. No obstante,
como es frecuente en el universo del rock, el éxito mundial —y de un modo concreto el culto que despierta el bellísimo
tema “Stairway to Heaven”— desencadena la oleada de gacetillas y reportajes que presenta a los Zeppelin
como satanistas enloquecidos, hippies de última hora traidores a los ideales del mundo libre, comprometidos en cambio con
la lucha del pueblo vietnamita y las drogas duras y, por si fuera poco, según las mismas fantasiosas fuentes, involucrados
en terribles y sombríos sucesos de sangre, ceremonias orgiásticas, sacrificios y ritos de magia negra. Al trascender la muerte
del hijo de Plant, las accidentadas giras y la desaparición de varios amigos próximos a los músicos, amantes por demás de
prácticas orientalistas y esotéricas, así como los rumores sobre la ambigüedad diabólica e inmoral de las letras, los medios
de comunicación remiten al grupo al territorio del más terrible de los ostracismos, que los Zeppelin intentarán anular entre
1973 y 1975 mediante la publicación de Houses of the Holy y la creación de la discográfica independiente Swan Song.
Ha nacido el mito, pero al parecer ensombrecido por su agitada trayectoria, que implica al heavy metal en general. En 1980 la muerte de Bonham,
luego de un periodo en que sus actuaciones marcan hitos y se suceden trabajos de calidad excepcional —el doble Physical
Graffiti (1975), Presence (1976) y In Through the Out Door (1979), que alcanzaría ventas millonarias—
llevan a los componentes de Led Zeppelin a la separación. Desde ese momento, las hipótesis que apuntan hacia
la reunión de los maduros supervivientes son constantes, y se avivan en 1982 con la edición del álbum Coda; pero salvo
esporádicos encuentros discográficos (Page y Plant) y tentativas aisladas (Page con Jeff Beck, con The Firm, con Honeydrippers,
además de numerosos temas compuestos para cantantes como Roy Harper, Plant y David Coverdale), el proyecto no logró prosperar. Los también británicos Black Sabbath, procedentes de Birmingham, emprenden su
carrera por las mismas fechas que Led Zeppelin, pero el éxito les sorprenderá a partir de 1970, con el lanzamiento en Estados
Unidos de Paranoid, un álbum que al tiempo que asume algunas de las influencias más claras del glam rock, asienta una
de las corrientes definitorias y más poderosas del heavy.Sus puestas en escena ensalzan atmósferas misteriosas,
oscuras, relatos de terror que se conjugan con impresionantes pesadillas tecnológicas y anuncios apocalípticos, elementos
que sostenidos por el carisma del solista Ozzy Osbourne, enamorado de las historias medievales y las leyendas vampíricas,
y unidos a la potencia de Tony Iommi (guitarra) y Bill Ward (batería), abrirán un episodio singular en el rock de las últimas
décadas. De principios de la década de 1970 arranca la oleada de las que serán
más características formaciones de heavy metal, y se manifestará por diversos frentes. La relación sería interminable, pero
destacan los estadounidenses Aerosmith, Blue Öyster Cult, Mountain (en 1970), The Tubes y la solista Suzy 4 (en 1972), los
británicos UFO (en 1970), los alemanes Scorpions (en 1971), los británicos Gary Moore y G-Force, Thyn Lizzy y Uriah Heep (en
1972), los británicos Judas Priest y los neoyorquinos Kiss (en 1973), los canadienses Rush y April Wine (1973), los australianos
AC/DC (en 1974), los holandeses establecidos en California, Van Halen (en 1974), los británicos Rainbow y Motorhead (en 1975).
Recibirán el legado de las superbandas y en algunos casos —como Aerosmith, Judas Priest o AC/DC, principalmente—
tomarán el relevo en un plano de igualdad con sus predecesores que afirmará el código de identidad heavy, fijándolo en el
tiempo, en lo musical y en lo plástico. Más tarde, durante las décadas de 1970 y 1980, mantendrán las esencias
en contraste con las líneas musicales que proliferarán en Estados Unidos y Gran Bretaña a partir del estallido punk, la escuela
metálica denominada AOR (Adult Oriented Rock) o de "nueva ola", impulso más moderado en sus formas, así como más mediatizado
por criterios de comercialidad. Esta reacción estimulará a partir de 1977 y de forma ininterrumpida hasta la década
de 1990 la aparición de bandas tan destacadas como Iron Maiden, Def Leppard, Saxon, Whitesnake, The Runaways, Girlschool,
UDO, Dokken, Metallica, Megadeth, Manowar, The Cult, WASP, Mötley Crüe, Bon Jovi, Skid Row, Twisted Sister, Anthrax, Suicidal
Tendencies, Gamma Ray, Black Crowes, Queensrÿche, Paradise Lost, Fight, Cycle Sluts From Hell, entre muchas otras. Y a la
vez, se evidencia la relación con diversos géneros musicales —con preferencia el punk, el grunge, el rap y numerosas
corrientes de rock alternativo—, así como el periódico resurgir de formaciones míticas (Cream, Deep Purple, por ejemplo),
orientaciones que lejos de estancar la creatividad del rock metálico le aportaron sugerentes perspectivas. A finales del siglo XX,
la evolución del heavy metal estuvo marcada por la total renovación. Las bandas colgaron en el armario las chupas de
cuero y adoptaron una estética más acorde con las nuevas tendencias (piercing y tatuajes), mientras su música abrazaba
la heterodoxia flirteando con otros sonidos, como el hip-hop y la música electrónica. Es el llamado nuevo metal o cross
over, que inició su andadura a principios de la década de 1990 con Sepultura y Pantera, entre otros, y se afianzó en la
costa oeste de Estados Unidos con grupos como Korn, Fear Factory, Machine Head, Coal Chamber o Limp Bizkit, bajo la atenta
mirada del productor estadounidense Ross Robinson, responsable del sonido de algunas de estas bandas.
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